Estaba el, meditativo y de profundo mirar, postrado sobre un banco de grisácea madera, al frente suyo, en el piso posado, su vehemente amigo de infancia lleno de luz y de antaño espectro; yacían los dos en silenciosa discusión sin que percataran la maniquea presencia del otro que atravesaba recíprocamente con mitigadora mirada de fuego y nostálgico misticismo, de pronto un murmuroso vozarrón responde sin ser cuestionado - no lo sé, tal vez tu relegada conciencia - después de aquella eventualidad el aire se torno abrumador y frió y de ellos un exquisito cadáver dejo. El onírico silencio poseyó la habitación, tomo las riendas, cual yegua desbocada y poco a poco los vidrios filosos recogió mientras, a su vez, el rompecabezas del sin camino agorero armaba.
Juan José Restrepo
23,08,10
lunes, 23 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario