Regalé hace algunos días la estrella
Que de la constelación del guerrero robé
Ahora sé que quien la recibiera
En el momento no la merecía.
Pues ella en su pubertad mundana
Se dará solo cuenta que estaba, guardada
En su bolsillo una estrella
Que extinguida su rastro dejara.
Que ingenuidad tan tremenda
Creí que sería capaz,
De alimentar aquella azulada estrella,
Con su esencia plana y fugaz.
Habrá también de extinguirse
De mi corazón recien aturdido,
Aquel vago, evento "amarillo"
Carente de total y vital, sentido.
El miedo, dijo, la hizo olvidar
Que tenía un pedazo de cielo,
"Rigel" la estrella del “Clan Genji”
Que hurté de ese cazador guerrero.
Entre la comodidad senil,
Se marchitará
Bajo la sombra de aquel árbol viejo,
Este prontamente albergará
Mas inocentes capullos,
Perdidos, tras el destierro.
Andrés Yarce Botero
lunes, 20 de febrero de 2012
sábado, 11 de febrero de 2012
Oye, que bello rostro soportas
frente a ese cráneo reducidamente pulido
mujer.
Que no me importa si escribes las palabras
con "s" o con "c", ni tu incapacidad para tildar,
a quien le bastaría eso.
Solo, al ver tus gráciles manitas
escribiendo, se aturde mi inconsciente
en sueños plañideros.
Pestañeas demasiado pero se te ve fantástico,
como si desearas borrar a cada segundo
las imagenes de este mundo tan llevadero para ti
que para mi es ajeno.
A ti que te importará este ser maltrecho,
si tu camino a la universalidad del alma ya lo ganaste,
pues la Belleza es la propuesta del
personaje que va a morir a Venecia ( Th. M)
que se encanta con los patrones físicos
de un jovencito que en ese marco sería
genial como tú.
Andrés Yarce Botero
frente a ese cráneo reducidamente pulido
mujer.
Que no me importa si escribes las palabras
con "s" o con "c", ni tu incapacidad para tildar,
a quien le bastaría eso.
Solo, al ver tus gráciles manitas
escribiendo, se aturde mi inconsciente
en sueños plañideros.
Pestañeas demasiado pero se te ve fantástico,
como si desearas borrar a cada segundo
las imagenes de este mundo tan llevadero para ti
que para mi es ajeno.
A ti que te importará este ser maltrecho,
si tu camino a la universalidad del alma ya lo ganaste,
pues la Belleza es la propuesta del
personaje que va a morir a Venecia ( Th. M)
que se encanta con los patrones físicos
de un jovencito que en ese marco sería
genial como tú.
Andrés Yarce Botero
jueves, 9 de febrero de 2012
Las mujeres cantoras, al unísono
con tambores, expresaban sus llantos
y sus augurios venideros,
y yo podía, os lo juro,
observar las ondas ergot-electromagneticas
en el entorno.
Un sueño con Cóndores me acercó,
a la guarida
donde descansan, las plumas
de dioses inmortales
y un personaje, de noble mirada
me regalo paz en su complacencia.
Mi corazón debe sanar
y no apresurarse aún todavía,
las visiones algo crudas
amalgamaron la llaga y cauterizaron
la herida.
Tomamos "osca" y compartimos hoja de coca
mientras la chicha pasaba de mano en mano,
para circular, la energía se extendía
desde cada cual, tremula, al entorno.
La música. Como hubiera sido todo sin ella.
Cuando el silencio se hacía, las almas se
encontraban en un estado estrecho,
el miedo surgía y se enfriaba el cerco.
Pero, era si no que la primera melodía saltara
para encontrar el rumbo para dar calor en
aquella morada.
Vivo en un tiempo ajeno y me desgasto,
mi ritmo frenético me ata de los tobillos
un gran peso de lastre, que cargo y marca
a su paso, la tierra que con fuerza lo atrae.
A lo lejos las altas montañas
van rascando los cielos para que se hagan
las nubes que brotan densamente cargadas
de toscas laderas que del poniente se escapan.
Andrés Yarce Botero
con tambores, expresaban sus llantos
y sus augurios venideros,
y yo podía, os lo juro,
observar las ondas ergot-electromagneticas
en el entorno.
Un sueño con Cóndores me acercó,
a la guarida
donde descansan, las plumas
de dioses inmortales
y un personaje, de noble mirada
me regalo paz en su complacencia.
Mi corazón debe sanar
y no apresurarse aún todavía,
las visiones algo crudas
amalgamaron la llaga y cauterizaron
la herida.
Tomamos "osca" y compartimos hoja de coca
mientras la chicha pasaba de mano en mano,
para circular, la energía se extendía
desde cada cual, tremula, al entorno.
La música. Como hubiera sido todo sin ella.
Cuando el silencio se hacía, las almas se
encontraban en un estado estrecho,
el miedo surgía y se enfriaba el cerco.
Pero, era si no que la primera melodía saltara
para encontrar el rumbo para dar calor en
aquella morada.
Vivo en un tiempo ajeno y me desgasto,
mi ritmo frenético me ata de los tobillos
un gran peso de lastre, que cargo y marca
a su paso, la tierra que con fuerza lo atrae.
A lo lejos las altas montañas
van rascando los cielos para que se hagan
las nubes que brotan densamente cargadas
de toscas laderas que del poniente se escapan.
Andrés Yarce Botero
Suscribirse a:
Entradas (Atom)