Necesito un alikate, que ejerza gran presión, que genere un torque tal que destrocé mis maxilares. No sé cómo jamás lo intuí, si no hubiera recibido esa información que delataba a la CIA en su manera de espiarme a través de unos pequeños chips instalados en mi dentadura. Tengo un alikate rojo, rojo su mango, es de donde lo agarro, ayer también me comí un mango rojo, ese había nacido en el imaginario palo de mango que tengo en mi imaginaria casa con un soleado patio asoleado por montones. Ese mango me da sombra, a veces me asombra la manera que lo hace. Allí hago mis siestas luego de almorzar para cultivar así la barriga, es preciso hacerlo bien, no vaya a hacerlo mal. Las hamacas están muy altas, debo bajarlas para poder subirme, me esfuerzo, cosa que no debería pues estoy en función de mi siesta habitual. A veces ayudo a subir una mujerzuela para que pueda también descansar, juntos observamos la imaginaria copa que provee la sombra antes de rajar de un viejo pedófilo que hace de las suyas en la región. También comencé a sentir, debido al efecto antena de ese palo de mango, como me cosquilleaba el cuerpo al ser triangulada, por varios satélites, la posición en la que me encontraba por emisiones del chip que "habiaseme" sido instalado en extraña circunstancia. CracK, CracKear, CracKean mis dientes al ser presionados hasta quebrarse dentro de las fauces de mi rojo alikate y en ese mismo segundo, después del anterior y antes del que le sucede, percibí de inmediato dentro de mi tímpano, allí cerca del martillo, yunque y estribo como interferí la señal con la que me estaban impacientando al perseguirme, ya no lo harán más, destrozaré cada uno de mis dientes, ni que no tuviera un gran alikate rojo para hacerlo y un palo de mango para desplegarme a mis anchas entre siestas.
Andrés Yarce Botero
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