Sus pies el cemento besaban mientras los acortados pasos y el pausado pensar vislumbraban las tenues calles de su propia imaginación, allí, en aquellas calles, se entrecruzan pálidos entes en autómatas danzares venusianos, miranse unos a otros con interrogante presunción mientras la galaxia ruidosa e intempestivamente pasa; Los arboles, amalgamicamente, acarician los rostros color pradera, gama aquella, de sus sensorias dilataciones.
Pasadas unas cuantas horas, de progresiva manera, el plural individuo acrecienta en la necesidad estática de sobre una roca sentarse y, dado el requerimiento, de confusa forma, la roca es situada en el plano de la calle vacía. Se apresuran entonces, disparmente, a tomar asiento, milagro que como la roca, en uno vuelven a transformarse para luego, en carretera insondable, experimentar las vivas sensaciones de una vida estética y alucinante.
Juan José Restrepo
21,09,10
martes, 21 de septiembre de 2010
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