Ayer me interpeló un
borracho, el mismo que me dio esta libretica en la que hoy escribo.
-Hoy es el tiempo de morir
desgraciado- me dijo.
-¿Cómo? ¿Es hoy mi tiempo
de morir?- respondí mientras me paré del piso del metro donde me acostumbraba
sentar mientras viajaba. Solía o suelo (no sé si escribo esto muerto o no),
cuando no encuentro puesto, en el metro de mi ciudad, apoyar la espalda contra
una de las paredes cercanas a la puerta y de esa manera dejarme caer mediante un brusco
doblez de rodilla que tarde que temprano me las joderá (las rodillas), pero es que odiaba ir
parado, además, quien dijo que no era yo el que le daba soporte a la estructura
del tren al apoyar mi espalda contra este.
Esos muchachos, jóvenes policías,
no eran sino verme en mi posición derramada y salían corriendo de donde fuera a
hacerme parar, una emoción les regalaba yo en su estático devenir, nada o casi nada ocurre dentro de una de
las estaciones del tren de mi ciudad, como añoraban los suicidas y las
situaciones diferentes cada uno de esos muchachos de la honorabilísima policía
nacional.
Como no le colaboraba yo a ese
joven policía que me ordenaba ponerme de pie, sabía de su aburrido día, quizá
era esa su acción heroica de la jornada, todo héroe merece una Pilsen (En mi
ciudad se incita a todo niño desde muy pronto a ser un borrachín), Salud!!!
Entonces me paré y le
respondí al borracho:
-Desde que uno está vivo
cualquier tiempo está diseñado para morir, saca tu arma hijodeputa, saca tu
sable so-cobarde, si no aceptas mi duelo, COBARDE con mayúscula en tu frente se
marcará-.
En el momento recordé que
había olvidado mi sable en el Carmen de Vib..., lo había dejado afilando
donde los viejos Samuráis de la montaña, aquellos que de las rocas de la venerada
montaña de taxnimochican sacan y forjan el mejor acero con los que se fabrican las
mejores machetas de la región desde tiempos de upa. La mía ya no desmalezaba con efectividad es por
eso que la había tenido que llevar a amolar. Que habría de hacer en ese momento yo, el borracho me había causado tal
simpatía, me había tocado las fibras más sensibles, justo donde era y ya no podría rechazar ese duelo a muerte
que se me plantaba adelante. No todos los días te proponen un duelo a muerte.
Su tufo era envidiable, su fisionomía
enjuta me recordaba a ese degenerete de Bukowski en los lupanares
norteamericanos en sus peores tiempos.
-Entonces, uno de los dos
morirá hoy- repetí mirándolo a los ojos altaneros, y la multitud del tren
comenzó a inquietarse,- Desde que se está vivo cualquiera es el mejor momento
para fenecer- pronuncié.
(Turiruriruuuuu turiru
(fondo musical del viejo, el malo y el feo))
-Qué hace usted, además de
ser un completo idiota- me preguntó.
-Por lo general hago lo posible dia tras dia para lograr
parecerme a gente como usted fanfarrón, como ha quedado tu madre en la mañana,
salí de casa sin despedirme- ya se me subía lo irritable y quería herirlo con mis palabras de alguna manera.
Nos miramos a los ojos y la
energía de esa batalla contagió a unos cuanto. Dos personajes sacaban de a
luka (billete de mil pesos) para apostar por el mejor gallo, otros más
prudentes se alejaban de ese espacio que había elegido el destino para un
duelo a muerte. Otra gusano sacaba su celular para grabar, llegaría a su casa a colgar
el video con alguna frase llamativa en eso del culto a sí mismo que se conoce como el Faisbook.
La mirada de borracho se
había aguzado, sus pupilas dilatadas, y las venitas alrededor de estas
rebotaban llenas de sangre desde que había arrojado mi último comentario lleno de veneno acerca de su madre. Oféndele la madre a cualquiera y de esa siembra recogerás
un verdadero enemigo decia una inscripción en el bar del condado gitano donde solía mis fin de semanas ir a suavizarme un poco.
Solamente faltaba una bola
de heno que pasara entre nosotros y un par de gallinazos que volaran muy alto
avizorando la muerte en la cercanía, como estaría orgulloso el viejo "Rubio" (Apodo de Clint Eastwood en alguna de sus películas en los60) de esta majestuosa escena vaquera.
-Que es lo que haces tú- el
borracho inquirió.
-Antes que todo
desgraciado, mi nombre: Andrés Garza Loquero, mucho gusto, vendedor de ilusiones, pongo satélites
en el espacio también, reconocido timador del lado occidental del rio Medellín- respondí
-Otrabanda? eres Andrés de
Otrabanda?- cambió la cara del alcoholizado personaje al darse cuenta a quien
había perturbado. Andrés, aquel que daba vida a las leyendas, el tirador más
aguzado del valle de los aburraes. Dice la leyenda que al ver de chico el
cuento de los hermanos Grimm el capítulo del zapatero que mató a siete moscas
de un golpe, él se entrenó durante años para de un solo tiro matar 15 moscas
alineadas en vuelo, de un solo tiro imagínense todos. Sobrino político del loco
de la pescadería de la plaza de la región, aquel que se enfrentó a los ladrones
de la cercanía en aquella oportunidad (Preguntar por el cuento de vaqueros numero 1).
Era alguien tan renombrado
en el bajo mundo que al borracho en el acto se le bajo la borrachera como si se
hubiera lanzado un pase de eso que hizo rico a medio país en los 80s, (de esos que te cagas tío).
-Discúlpeme por dios,
disculpe haberlo molestado caballero, no sabía quién era , lo siento mucho,
tengo familia, dos críos y dos gatos, que le parece unas copas, mire tengo aquí
chirrinchi y tapetusa si usted desea, o mire que tal esta libretica que me he ganado en una
rifa en el taller de motos donde trabajo, no la quisiera usted?-
Necesitaba una libretica
hace rato por eso la cogí de su mano y lo mire fulminantemente por última vez, el palideció aún mas. Yo había llegado a la estación, para mí final del recorrido, me volteé para bajarme del tren dandole la espalda. Le di la
espalda!, entonces fallé, y, TAS!!. Un atronador ruido se escuchó en la estación San Antoiné.
Nunca supe al final si este cuento lo
escribí muerto o no.
Andrés Yarce Botero
jueves, 11 de julio de 2013
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