Llego presurosa la parca a un entierro
pisando firme el húmedo terreno,
desplazo dolorosos acudientes
pues de poco importaban de momento.
Un fin entre medios anhelaba
deseaba, viajaba entre sueños,
empero, un topetazo fuerte
detuvo su fiero, capaz empeño.
Un recuerdo incesante
un frustrado anhelo
que era lo que sentía?
porque el implacable duelo?.
Necia la muerte pensaba,
detenidas en el centro las miradas;
Yerta su sombra levitaba
un silencio solemne imperaba.
La Dama Blanca se hirguìo
con gran ahinco el sepulcro destapò
un brusco movimiento desprendió
su rostro, cuando su reflejo allí observo.
Andres Yarce Botero
viernes, 23 de octubre de 2009
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